Turismo de sequía en España: emergen ruinas y yacimientos que seducen al viajero
El escaso nivel de agua en numerosos pantanos saca a la luz restos ocultos durante años que atraen a cientos de visitantes.
Carmen Porras Núñez, Periodista de Hosteltur. Las olas de calor que están afectando a España, la falta de lluvia y el incremento del consumo de agua han dejado el nivel medio de los pantanos por debajo del 40%. Y lo que supone un grave problema tiene, sin embargo, una cara positiva: han dejado al descubierto ruinas y restos arqueológicos que están llamando la atención de los turistas, aunque con situaciones de masificación en determinados enclaves.
Cientos de embalses registran niveles mínimos de agua y el cauce de los ríos se ha reducido este verano en diversos puntos de nuestra geografía. Emergen así restos de iglesias, puentes, pueblos enteros y hasta restos de gran interés arqueológico.
Aparecen espacios como el dolmen de Guadalperal, apodado el Stonehenge español, en el embalse de Valdecañas, en la provincia de Cáceres; el pueblo hundido en el pantano de Iznájar, en Córdoba; o el de Aceredo (Ourense) que en la década de los noventa quedó sepultado bajo las aguas, entre otros muchos restos emergidos en las últimas semanas.
En diciembre de 2020 se inició el expediente para declarar como Bien de Interés Cultural (BIC) el dolmen de Guadalperal, un conjunto megalítico ubicado en la zona inundable del embalse de Valdecañas (Cáceres). Es de titularidad estatal y está adscrito a la Confederación Hidrográfica del Tajo. Habitualmente está sumergido y solo cuando el nivel de las aguas baja se puede acceder a él.
La posibilidad de acceder a lugares imposibles de visitar en otros momentos atrae a miles de curiosos, pero en ocasiones alteran la tranquilidad y la rutina de estos espacios. Como ha sucedido este verano en Vilanova de Sau, un municipio de la provincia de Barcelona donde su alcalde ha limitado las llegadas al pantano de Sau ante la gran cantidad de visitantes que quieren ver los restos del pueblo de Sant Romà, sumergido en 1962 y que ahora ha quedado al descubierto.
Desde el 24 de junio y hasta el próximo 11 de septiembre, para entrar en el Valle de Sau es necesario reservar previamente una de las 90 plazas de parking y pagar cinco euros (dos para las motos).
El regidor, Joan Riera, rechaza el “turismo de sequía” y asegura que “no tenemos que celebrar esta afluencia de turistas porque es consecuencia de un desastre natural que está afectando mucho nuestra zona”.
En declaraciones a Efe, ha lamentado que esta afluencia haya provocado, en algunos casos, “actitudes incívicas” y “haya dificultado el acceso de los vecinos al pueblo”, que han llegado a quedar retenidos en la carretera más de una hora por las colas de vehículos.
Con la construcción del pantano de Sau, en 1962, la iglesia, construida en el siglo XI, quedó parcialmente cubierta por las aguas junto con el pueblo de Sant Romà. Cuando el nivel del agua es normal, puede apreciarse el campanario, peo este verano, con la sequía, se pueden ver más restos del antiguo pueblo.
“La gente viene llamada por el ‘efecto Instagram’, para hacerse rápidamente un ‘selfie’ con la iglesia e irse tras haber dejado todo lleno de basura”, se queja el alcalde.
“Es bueno que haya turismo y que disfruten del pueblo y del valle, pero es cierto que tanto turismo también nos perjudica”, añadió.