Pescadores artesanales peruanos desesperados por efectos del derrame de petroleo en el litoral al norte de Lima
Cada mañana, durante cientos de años, el pueblo pesquero de Ancón se ha llenado de embarcaciones, redes y peces, pero ahora solo luce la desesperación y el enojo de pescadores que casi lo han perdido todo tras el gran desastre ambiental causado por el derrame de petróleo en el norte de Lima.
Las aguas del Pacífico fueron contaminadas el 15 de enero por un derrame en la refinería La Pampilla, operada por Repsol, y desde entonces parte del litoral peruano vive un desastre ambiental que afecta tanto a la biodiversidad y a sectores económicos como la pesca artesanal.
«El impacto del derrame es la desolación», lamentó a la agencia de noticias EFE el presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales de Ancón (Apescaa), Gregorio Pacheco, mientras mostraba el muelle vacío y a los pescadores parados, que ahora necesitan «todo tipo de ayudas».
Ancón es un tradicional destino turístico situado a 40 kilómetros al norte de Lima, que recibe a miles de personas entre enero y marzo, los meses del verano, para disfrutar de la playa, paseos en barco o comer platos como el reconocido ceviche peruano.
Sin embargo, en los últimos días esta localidad vive en la desesperación, ya que el mar, su fuente de sustento, ha sido contaminado por el derrame de crudo.
«Lamentablemente está todo lleno de petróleo, las embarcaciones no pueden salir a pescar, el sustento diario que llevan a casa los compañeros ya no está y su familia ¿qué come?, ¿de qué vive?, si se enferma, ¿qué hace?, ¿cómo lo paga?. Queremos ayuda», señaló entre lágrimas, Jorge Quino, uno de los pescadores en Ancón.
En el muelle del pueblo marítimo, que ahora no huele a pescado, se respira una alta crispación entre cientos de pescadores y trabajadores que llevan diez días sin faenar y se reúnen para organizarse, esperar visitas oficiales y mostrar su indignación.
La bahía de Ancón es punto de desove de millones de peces y con el derrame estas pequeñas crías o huevos han desaparecido, lo que empeora las proyecciones de los pescadores también a largo plazo.
«¿Qué vamos a tener para el futuro de nuestros hijos?… no vamos a tener nada», remarcó Pacheco mientras mostraba cabos y cuerdas manchadas de crudo.
Toda una cadena afectada
No solo los pescadores han sido afectados directamente por el derrame, ya que en localidades como Ancón muchas familias viven de lo que da el mar: cevicheras, conductores de mototaxi, fabricantes de hielo y trabajadores de locales de comida permanecen sin trabajo desde hace días.
«Este lunes facturamos 52 soles (14,5 dólares), y tengo seis empleadas, esto es la quiebra total», se lamentó Vilma, vecina de Ancón y propietaria de un restaurante en el paseo marítimo.
El ceviche, el plato nacional peruano, es uno de los reclamos turísticos del pueblo y ahora los 16 locales del muelle que se especializan en servirlo permanecen cerrados y frente a ellos resisten las mujeres que los dirigen.
«La gente viene aquí para comer ceviche y ya nadie llega por el miedo a que el pescado esté contaminado. Nosotras vivimos prácticamente de los tres meses de verano y la gente no creo que vuelva a Ancón, porque tiene miedo a consumir nuestro pescado», explicó la cevichera Cristina González.
Este gremio, como muchos otros, tendrá que reinventarse en los próximos meses para ganar su sustento, y las cevicheras ya están explorando opciones para cambiar los tradicionales peces capturados en aguas próximas por los de pesca de altura.
«Pido encarecidamente a la gente que venga aquí, tenemos pescado fresco, pueden venir con toda la confianza del mundo, pueden confiar en ‘la tía chola’, Ancón no está muerto», invoca Rosa Elvira, una cevichera con más de 55 años de experiencia.
Respuesta de la empresa y autoridades
Repsol aseguró este martes, en un comunicado, que colabora estrechamente con la sociedad civil y las autoridades peruanas para llegar a acuerdos y asistir a los afectados, además de completar las labores de limpieza de las playas a finales de febrero.
La petrolera afirmó que está «en continuo contacto con las comunidades afectadas» por el derrame «para comprender sus necesidades y darles el soporte que necesiten» y que se sumarán otras propuestas «que contribuyan a llevar a cabo acuerdos de largo plazo».
Un portavoz de la empresa agregó que en Repsol son «plenamente conscientes» de su responsabilidad y están dispuestos a otorgar «toda la ayuda que pescadores y comerciante necesitan».
En ese sentido, el alcalde de Ancón, Pedro John Barrera, aseguró que «hasta ahora la empresa ha demostrado que quiere ayudar, pero en la práctica eso no se ve».
«Están preocupados con el tema de la limpieza, que está bien, pero tienen que enfocarse también en el tema social, hablamos de cerca de 2.000 personas afectadas», remarcó el alcalde.
Mientras tanto, la crispación que reinaba en el muelle deja paso a la resignación cuando se forma una larga fila de afectados que buscan apuntarse a una lista que repartirá comida y ayudas en un futuro que aún se avizora incierto.