El Gran Chaco argentino se deforesta en medio de una contienda entre mantener el modelo productivo actual y la necesidad de promover el desarrollo sostenible
Casi 6 millones de hectáreas deforestadas en veinte años y otras 35 000 desde que comenzó la pandemia determinan el difícil presente del Gran Chaco argentino. Su futuro estará determinado por el resultado del enfrentamiento entre quienes pretenden mantener el actual modelo productivo agropecuario y quienes resaltan la necesidad de promover el desarrollo sostenible.
Todo lugar atraviesa momentos clave que determinan lo que vaya a ocurrir en el futuro. El Gran Chaco argentino no es la excepción. Los castigados 600 000 kilómetros cuadrados de esta provincia biogeográfica (el 60 por ciento del Gran Chaco Americano que se extiende también por Bolivia, Paraguay y Brasil) asisten con el mismo estupor que el resto del mundo a la pandemia de Covid-19. Sin embargo sus habitantes, con mayor o menor grado de conciencia, saben que la “normalidad” regresará y pondrá en juego la supervivencia o la desaparición del segundo bosque más extenso e importante de Sudamérica.
Durante el último año, la organización internacional conservacionista Mongabay Latam ha publicado una extensa serie de artículos para dar a conocer las diferentes realidades que conviven en un territorio que, pese a su amplitud, de alguna manera se ha mantenido alejado del interés general. Desde historias que muestran la abrumadora riqueza de especies y la variedad de ecosistemas del Gran Chaco argentino, hasta el impacto en todas sus formas en los cada vez más reducidos bosques nativos. La deforestación sin controles efectivos, el avance imparable de la frontera agroganadera, la contaminación por agrotóxicos, la necesidad de un manejo eficiente de los recursos hídricos, la fragmentación que condena al aislamiento a las áreas naturales protegidas o el retraso en el desarrollo de las comunidades rurales evidenciaron la necesidad de aumentar la atención sobre un espacio vital para el continente.
¿Qué futuro le depara a este ecosistema? La reactivación económica tras la pandemia del COVID-19 es vista como una oportunidad por científicos, ambientalistas y habitantes de la ecorregión, quienes consideran que es momento de virar hacia un desarrollo sustentable y más amigable con el medio ambiente. Sin embargo, la lista de problemas por atender es amplia y todos los caminos conducen a conservar los bosques nativos que siguen cayendo.
Los árboles perdidos
“El monte cambió mucho desde que yo era chico”, recuerda Rodrigo Soraire, que nació y pasó toda su vida en el Paraje Dorrego, a una veintena de kilómetros de la entrada al Parque Nacional El Impenetrable, en la provincia del Chaco. “Y lo peor”, dice, “es que en nuestra zona no fue ni por cultivos ni por ganado. Nosotros mismos lo tumbamos. En 1999 nos ofrecieron pagar con la madera de los algarrobos los títulos de propiedad de las tierras y aceptamos. Hoy me arrepiento de haberlo hecho”. En algunos casos, narra Soraire, lo hicieron empujados por las autoridades, aunque la mayor parte del tiempo por empresarios y nuevos dueños de las tierras. Los campesinos e indígenas que habitan el bosque son los testigos directos y principales perjudicados de un tsunami que alteró su ambiente y sus vidas en los últimos 25 años.
Un informe dado a conocer hace dos meses por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible da cuenta del nivel de la deforestación en el Gran chaco argentino: 5,85 millones de hectáreas entre 1998 y 2018, de los cuales poco menos de la mitad ocurrió a partir de 2008, tras la aprobación de la Ley 26.331, o Ley de Bosques, que apenas logró disminuir la tala indiscriminada de quebrachos colorados y blancos o algarrobos. Ni las limitaciones de la pandemia lograron frenar el trabajo de topadoras o bulldozers. Según los datos obtenidos a través de imágenes satelitales por la organización Greenpeace, entre el 15 de marzo y el 31 de agosto de 2020 se perdieron 35 000 hectáreas de bosques nativos en la ecorregión.
“Estamos en pleno proceso de revisión de algunos aspectos de la ley”, subraya Juan Cabandié en diálogo con Mongabay Latam. Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible desde diciembre de 2019, sabe que la tarea no es sencilla y tiene sus riesgos. “Hay falta de voluntad en algunos gobiernos locales y voracidad en ciertos sectores productivos”, asegura, “pero no necesitamos un dedo acusador sino diálogo, consenso y buscar soluciones”.