Coronavirus: ¿Consecuencia del deshielo por cambio climático?

Maxime Renaudin, Fundador y Director de Tree-Nation.

En los últimos meses, el COVID-19 ha reemplazado rápidamente al cambio climático como la amenaza más inmediata para la humanidad en la agenda de los medios. Sin embargo, las investigaciones señalan que estas amenazas aparentemente independientes están extrañamente vinculadas. Las investigaciones sobre los orígenes del virus han colocado a los murciélagos como la fuente probable, y el virus se pasó a los pangolines como un huésped intermedio antes de transmitirse a los humanos (Zhou et al., 2020). Pero muchos han pasado por alto el factor implícito para la rápida propagación de este virus: el cambio climático. Sabiendo que no podemos corregir nuestros errores ahora, es importante mirar hacia adelante y prepararnos para futuros brotes.

La interacción entre virus y cambio climático

La evidencia se está construyendo para apoyar la afirmación de que el cambio climático dará como resultado un aumento en el número y la intensidad de las pandemias. Esto puede ocurrir como resultado de una serie de factores como el derretimiento del permafrost (la capa del subsuelo de la corteza terrestre que se encuentra permanentemente congelada), la extinción de especies debido al calentamiento y la supervivencia más fácil de los virus en los meses de invierno. También debemos considerar los efectos de algunos factores indirectos.

Por ejemplo, el cambio climático hará que algunas áreas del mundo sean inhabitables; por lo tanto, más personas se agruparán en espacios más pequeños, lo que permitirá mayores tasas de transmisión de virus de una persona a otra. Otras actividades humanas, como la explotación del medio ambiente natural, en particular la deforestación, la urbanización y el aumento de los viajes mundiales, también contribuyen al aumento de las pandemias mundiales como COVID-19  (Madhav et al., 2018).

Los virus para los que nunca hemos desarrollado inmunidad pueden liberarse del permafrost

El cambio climático ha alcanzado la etapa en que el permafrost, tierra congelada que generalmente se extiende en el Ártico, el subártico y la Antártida, ha comenzado a derretirse. La preocupación es que enterrados en las profundidades del permafrost hay virus antiguos, atrapados en el hielo durante la generación del milenio, para los cuales nunca desarrollamos ninguna inmunidad. Un estudio encontró virus de 30,000 años en el permafrost que retuvieron su infectividad (Legendre et al., 2015). Este estudio demuestra que existe la posibilidad de que virus como la Peste Negra, la viruela, el ántrax o la influenza española, que se cree que están atrapados en el permafrost, puedan ser viables. Una vez que el permafrost se haya derretido, estos virus serían liberados. Los efectos de estos son inimaginables, agravados aún más por el mayor riesgo de transmisión de virus entre animales salvajes y humanos que conlleva el cambio climático.

El cambio climático, y específicamente la deforestación, provoca la reducción del hábitat para los animales y aumenta su hacinamiento. Por lo tanto, los animales se ven obligados a entrar en áreas habitadas por humanos, lo que aumenta el riesgo general de transmisión de virus entre especies animales y humanos. También está demostrado que el cambio climático altera la extensión de la gama de mosquitos portadores de enfermedades. A medida que las temperaturas globales aumenten el cambio climático, los mosquitos podrán sobrevivir en áreas previamente inhabitables para ellos y transmitir virus como el virus Zika, la fiebre amarilla, el virus del dengue y el virus chikungunya. (Kraemer et al., 2019).

Soluciones y mitigación

Una forma de reducir la propagación de los virus transmitidos por los animales sería detener la transgresión humana en el hábitat de los animales salvajes que es tan común en el mundo de hoy. La deforestación, la pérdida y fragmentación del hábitat dejan a muchos animales salvajes sin otra opción que vivir entre los humanos o cerca de ellos, donde existe un mayor riesgo de transmitir una enfermedad infecciosa. Al proteger sus hábitats, limitamos nuestra propia exposición a estas enfermedades (Morse et al., 2012). Además, el comercio ilegal de especies, como el pangolín, también aumenta el riesgo de transmitir estas enfermedades en todo el mundo. Por lo tanto, poner fin a ese comercio también debería ser una prioridad.

La mitigación del cambio climático también ayudará a prevenir la propagación de virus mediante la prevención de la extensión de ciertos rangos de especies, por ejemplo: mosquitos y el derretimiento del permafrost. Las soluciones al cambio climático incluyen la transición de los combustibles fósiles a los recursos de energía renovable, la participación en la reforestación y la forestación, y el compromiso de cambiar nuestros propios estilos de vida para reducir las emisiones de carbono.

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